Horacio era hombre de campo. Se despertaba diariamente a las 4 de la mañana y arreaba el ganado. Tenía algunas vacas y ovejas las cuales cuidaba con el alma. Siempre fue un tipo trabajador, desde los 12 años y ya tenía 54. Nunca había creído en la suerte, entendía que el hombre tiene que hacer su propia suerte, su propio camino y eso era a base de trabajo y más trabajo. Nadie nunca le iba a regalar nada. Sus jornadas eran largas y cansadoras. Terminaba el día dando de comer a los caballos en el establo como a las 8 de la noche. Se preparaba unos mates y mateaba solo. Entonces cenaba a la luz tenue de una bombita de 50 watts y chocaba con la cama a dormir. Horacio amaba el campo, el pasto, el sol descongelando las heladas mañanas de invierno mientras masticaba tabaco y bebía sorbos de café. Los viernes a la noche iba al pueblo más cercano en su Ford F-100 que prácticamente se caía a pedazos, a tomar alguna grapa, y se encontraba con varios conocidos con los cuales jugaba al truco ...