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Mostrando entradas de 2013

Un viejo cualquiera

               Se secó las manos y la cara y se volvió a mirar al espejo. El agua corría, mientras apoyaba las palmas de sus manos a los lados de la pileta. No sabía cuánto tiempo había pasado. ¿Cinco minutos? ¿Diez? ¿Un año? Volvió a doblarse para acercar su cara a la canilla, puso sus manos bajo el agua fría y volvió a mojarse la cara, pero esta vez no se secó. Miraba en su reflejo como el agua caía de su arrugada frente, pasando por sus ojos, y hasta la punta de su nariz, cayendo luego a la pileta en gotas que se unían en un pequeño río, para dejarse ir por las tuberías.                 El tiempo y sus mañas lo habían llevado a donde estaba. Los ecos de las risas del pasado todavía sonaban en su cabeza, aunque cada vez con menor intensidad. Había sido feliz, eso era innegable. Las arrugas en su cara y manos denotaban su edad. Ya no era aquél muchacho que pe...

Tecnología nuestra que estás en .html

Terminó de escribir el mensaje de texto. “Bajá que la comida está pronta”. Tres minutos después tras un “ok” y una carita feliz reflejado en su pantalla, Diego bajó las escaleras muy lentamente, mirando el display de su celular último modelo y tratando de no tropezar mientras escribía con sus dos pulgares. Una sonrisa en la cara. En un momento se paró en un escalón, mientras seguía sonriendo, solo para poder terminar de escribir en el dispositivo. Guardó el aparato en su bolsillo y terminó de bajar las escaleras. Se arrimó a la mesa y se sentó. Su padre en la cabecera y su notebook al lado. La mamá servía el puré sin dejar de mirar las noticias en el Ipad apoyado al lado de su plato. “que buena foto subiste al facebook amor”, comentó su mamá, pero en su muro y no verbalmente. Entre bocado y bocado cada uno alumbrado por el resplandor de una pantalla, sonreía o se sorprendía de lo que veía en sus respectivos aparatos. Así la cena transcurrió. Solo cuatro palabras en vei...

Democratizando cumpleaños

               Siempre fui un tipo extremadamente tímido. Tranquilo hasta la médula. En la escuela me daba vergüenza hasta reírme delante de las niñas, y cuando lo hacía me tapaba la boca. Como me daba mucha vergüenza estar cerca personas del sexo opuesto, cuando iba a los cumpleaños inventaba algún dolor en la panza incluso en la puerta misma de la casa donde se llevaría a cabo la fiesta. Y hacía que mis padres me llevaran de nuevo a casa, obviamente sabiendo que no me dolía absolutamente nada más que verle sus caras al traerme de vuelta. No por ellos, sino por mí. Me moría de pensar que mis compañeros se podían llegar a reír de mí, de mi risa, de mi cara, de un chiste que hice y no fue gracioso. De todo. Tengo que aclarar que era un niño bastante normal, o por lo pronto no tenía un brazo en la frente o las dos orejas del mismo lado.             ...