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Mundiales que salvan vidas




             “Vengo a donar sangre”, le comenté al alegre empleado del mostrador, quién con una sonrisa me devolvió un “bienvenido”, para luego alcanzarme un formulario y un volante de información, este último yo debía leer, y el primero llenar. Me senté en un asiento para proceder. Preguntas cerradas, unas treinta en ambos lados de la hoja. ¿Tenía tatuajes? No que yo sepa. ¿Tengo pareja estable? Si. ¿Alguien lo obligó o recibe algún incentivo para donar sangre? NO. ¿Es usted bisexual? ¿Trisexual? ¿Asexual? ¿Homosexual o cualquier otro sexual que no comience con hétero? Y todas las preguntas de rigor previas a convertirnos en un orgulloso donador de sangre.

                Donación: “Liberalidad de alguien que transmite gratuitamente algo que le pertenece a favor de otra persona que lo acepta” (Real Academia Española) El acto mismo de donar refiere a alguien desinteresado que entrega algo de su propiedad a otra persona (anónima o no) que lo necesite más que uno mismo. Desde que entras al Banco Nacional de Sangre, te tratan como un tipo de héroe anónimo que está dispuesto a hacer el bien por los demás y se demuestra en cada sonrisa que te dirigen a cada paso. Yo elegí ser el Batman de la sangre (la idea de que nadie se de cuenta que Clark Kent es Superman por un mísero par de lentes, me alejó de la idea de elegirlo a él). En mi caso, alguien de mi conocimiento necesitaba esta donación y fue por lo que me dirigí al Hospital donde estaba internado, pero luego de ser rechazado porque no había personal para hacer la extracción (había una persona sola, pero al parecer se necesitan mínimo dos) me dirigí al Banco de Sangre. Como su nombre lo dice, funciona como un banco que en lugar de tratar con billetes, trata con este líquido espeso y rojo (salvo para reyes y respectivos árboles genealógicos)

                Me es grato imaginarme el juego de caja “Banco Inmobiliario” pero los billetes siendo reemplazados por bolsitas de “Ketchup” haciendo las veces de Sangre. “Ud. Debe pagar 300 cc de su sangre y retrocede dos casilleros hasta la fila de extracción” o “la sangre que necesitaba para sobrevivir le ha sido adjudicada! Avance tres casilleros hasta la sala de transfusiones” Y así como cualquier banco, cuando se dona se hace un depósito, que incluso puede ser en una cuenta corriente, que más adelante en caso de ser necesario podrá extraer cualquier familiar directo. Si necesitamos donar para alguien en particular, hacemos el depósito (porque nuestra cuenta tiene que estar cubierta) y retiramos un cheque. Sí, un cheque. El mismo equivale a una donación de sangre, y lo podemos entregar a aquella persona por la que fuimos a donar, para que la entregue como prueba de que alguien tiene fondos (de sangre) y da fe de que dona ese capital a la persona que lo necesita. Si lo pensamos, que funcione como un Banco es bastante normal ¿no? pero a mí me sorprendió que no fuera una mansión abandonada llena vampiros y zombies con batas blancas, ojos desorbitados y gusanos en la nariz, a la espera de víctimas para hacer la extracción directa desde sus propios cuellos.

                Vemos en la tele muchas veces que la gente dona cosas, ya sea plata, maquinaria, o útiles necesarios a otras personas que lo necesitan. A veces incluso gente que no tiene materialmente mucho y dona parte de lo que tiene a personas más necesitadas, por suerte está lleno de estos casos. Yo al menos, cuando veo que alguien dona una computadora y pizarrones a una escuela que fue víctima de hurto, o que personas se juntaron para donar materiales a una familia que perdió su casa en un incendio, siento a ese o esos donantes como verdaderos héroes, que en sus ajetreadas vidas y trabajos encuentran el tiempo de hacer el bien a gente que ni siquiera conocen, y que incluso podría terminar siendo su propio jefe explotador y soberbio, aunque ellos nunca lo sepan y tampoco les importe.

                Fue así que comencé a pensar qué o quién es un héroe en sí. ¿Es fácil no? Súperman, Batman, El Hombre Araña o incluso Linterna Verde (aunque la película sea patética). Entonces mi mente se dirigió a otro tipo de héroe, el de guerra, a quienes a veces vemos en las películas que no llegan a tirar ni un tiro, pero ya por estar dispuestos a ir a pelear por su país y haber vuelvo salvos (aunque no sanos) a sus hogares, deben ser llamados héroes. Y así seguí, imaginándome donadores de sangre vestidos con capas y calzoncillos por fuera de los pantalones, mujeres con cascos de guerra bajando de helicópteros, caras embarradas pero de otra manera intactas, salvo por el pinchazo en el lado opuesto al codo solo tapado por una gasa y leuco. Anónimos desinteresados ganándole la guerra a la indiferencia. Me hizo sentir uno de ellos. Me hizo sentir bien.

                Llamaron mi nombre por micrófono, era mi turno. Me tomaron algunos datos y preguntaron para quien donaba sangre entre otras cosas. Tome mi bayoneta, me puse mi casco y me fijé que las granadas siguieran colgando de mi cinturón. Me dirigí a la batalla. Caminé unos pasos, doblé a la derecha donde me pesaron y seguí mi camino. Una dulce señora de mediana edad señaló el tan cómodo sillón en el que podía disfrutar del descanso merecido mientras succionaban 500 cc de mí. Me senté en una posición semi horizontal y comenzó el trámite. Yo pensaba que no era algo tan malo o doloroso y que si servía para ayudar a la gente, debíamos hacerlo más seguido o al menos alguna vez. En mi mente ahora habitaba toda esa gente que desde tal vez hacía décadas se acercaban a regalar una parte de sí, esos valientes soldados que daban todo sin esperar nada.
               
                La dulce señora, sentada a mi lado viendo la bolsa llenarse de tejido conectivo líquido (sí, lo googlié) hablaba con un par suyo. La conversación comenzó con una queja: a esta última se le había cortado el cable y tuvo que llamar a la empresa para que se lo arreglaran, hecho que no era la primera vez que sucedía. Charla de trivialidades. Así un comentario llevó al otro y en un momento yo era parte de esta charla en contra de los magnates dueños de las empresas de televisión por cable y el oligopolio de los tres canales de aire. Entre los “nunca hay nada en el cable” y los “pero peor es ver la tele de acá” salió el tema del mundial. Obviamente siendo un hombre de 30 años confieso que puedo bancarme que me suban el cable al doble o se corte toda la programación de Warner y Fox, con tal de saber que voy a poder ver los partidos del Mundial en Junio. Cuando comenté esto a la veterana que dulcemente relojeaba que la bolsa no sangrara, ella dijo: “sí, esas fechas del mundial acá es una locura”. Sin saber a qué se refería procedí a vomitar un “ah, ¿sí?, ¿por?”, esperando que la respuesta tuviera que ver con que la sociedad se movilizara tanto con el mundial que inconscientemente se sentía más solidaria y por eso tendía a donar más sangre que en otras ocasiones. Pero no. La hasta ese momento ignota respuesta para un idiota como quien escribe, fue que en realidad la gente tiende a donar sangre los días de los partidos de Uruguay, porque a quien lo hace le corresponde por ley un día libre y entonces usan ese día para quedarse en sus casas, picada mediante, viendo a la celeste.
               
                Boom. Balazo. Un ex-héroe lo recibe en la sien y se desangra a la vista de todos. ¿Necesitará donantes? Caen bombas de hipocresía y quienes hace minutos eran seres desinteresados vuelan por los aires convirtiéndose en una persona más que espera algo a cambio. Dos horas de fútbol por 500 cc de Sangre puede ser un gran negocio, ¿no le parece?. Teniendo en cuenta que podemos donar sangre una vez cada unos cuatro meses, se deberá elegir bien el partido que se quiere ver, y por lo tanto el día de la donación. Seguramente Uruguay – Inglaterra pague 1.25 (litros de sangre por cada uno apostado) a que será el más elegido, no veo que Uruguay – Costa Rica valga medio litro de sangre, ¿tal vez 250 cc? ¿Y si Uruguay pasa de fase? ¿cuartos? ¿semis?. Más de uno donaría un par de litros por ver una semis. Y así, la donación desinteresada pasa a ser un trámite más con un premio para quien la realiza.

                Podríamos también plantear esto como una situación ganar-ganar, quién dona puede comer sus aceitunas y tomar su cerveza mirando un partidito de Uruguay, mientras quien necesitaba la sangre la tendrá a su disposición. ¿Sabrá quien obtenga esta sangre que es de un charrúa de corazón? ¿qué mientras se la extraían tenía puesta la camiseta celeste y pensaba en cuántos goles haría Suárez a Inglaterra? ¡No importa! ¿o sí?

                El número de héroes se reduce, pero no desaparecen. Siempre hay gente desinteresada que da su sangre para que otro pueda disfrutarla sin necesidad de nada a cambio. Pero como vemos, esta situación sirve para que más y más uruguayos se acerquen a donar o hacer un trueque por su sangre, y si el mundial aumenta de 50 a 200 personas que se transforman en donantes (en verdad 50 donantes y 150 negociantes) y hay más vidas que pueden ser salvadas por esto, bienvenido sea. A veces los medios no son los mejores, pero si el fin se alcanza, ¿deberíamos discutirlos? Tal vez sí.
               
                Mientras tanto, mi pedido es dirigido a la FIFA y su tan querido presidente Blatter: Mr. Joseph: en Uruguay los mundiales salvan vidas, ¿podría considerar realizar uno cada dos años en vez de cuatro?. Además me gustaría agradecer a Forlán, Suárez, Cavani, Lugano y a todo el equipo que nos hizo quedar hasta el final en el 2010, gracias muchachos! No tienen idea cuanta bolsitas de sangre deberían llevar su nombre acá.

                Yo por lo pronto, después del tiempo estipulado desde mi última donación, volveré a acercarme al Banco a regalar un poco más de mi sangre… Según mis cálculos sería el 19 de Junio antes de las 16 horas.


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