Ir al contenido principal

Otra especie

               
                El festejo que silencia millones de personas. El abrazo entre un puñado en tierras extranjeras que desgarra la yugular a países enteros, y resto del mundo, haciendo nacer lágrimas de dolor en ajenos. El uruguayo tiene eso, siempre lo tuvo. La inmensa carga en su espalda de ser minoría, carga que con lucha incansable convirtió en virtud y hoy odiaríamos que fuera diferente. Grupos de la muerte ya sobrevividos, goles en “orsai”, penales inexistentes, injusticias infinitas, situaciones en las que este ser, ser únicamente y tal vez descripto como mitológico hace ya varios siglos atrás en cuentos perdidos de antiguos griegos y romanos, desgrana la piel que cae en pedazos mostrando su piel verdadera, la celeste. Aunque algún incrédulo todavía piense que es una camiseta. Y ruge. El uruguayo tiene eso. Ejércitos de hombres mucho mejor armados que los nuestros, parados en fila dispuestos a romper ilusiones a pelotazos y fútbol, y este ser agazapado aprieta los dientes y corre al ataque sin esperar a que el enemigo se decida, con lo que tiene a la mano, con lo que sea. El uruguayo tiene eso.  La decisión que reta la razón y el pensamiento de hasta el más erudito de todos, ganando la pulseada inventando oxígeno donde no lo hay y bombeando mil veces más sangre de lo normal a su corazón que late a más revoluciones de las que se pueden contar, al punto de casi explotar. Y así se entrega al todo o nada. Y así juega, como debe vivir quien sabe que no hay mañana, porque este ser entiende que tal vez no lo haya. El uruguayo tiene eso. Y el mundo asombrado solo puede mirar. A más de uno hubo que subirle la mandíbula. El abrazo de un puñado que calla un estadio, una ciudad, un país. El plan que no estaba en los planes. Partir en mil pedazos los “hechos” que otros ya daban por sentado, patear el tablero y dar vuelta la mesa, iluminados por la inmensa hoguera de ardientes libros de historia que otros escribieron de antemano. Y festejar lo suficiente, sin excederse, haciéndole entender de esta manera al mundo entero que, contrario a todos, nosotros estábamos convencidos de que sí se podía.
El uruguayo tiene eso.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Hijo: cuando vos quieras va a estar bien

              Escribo esto para que nazca mi hijo, porque por alguna razón pienso que él sigue bañado en líquido amniótico solo para esperar a que escriba la última palabra de este texto. En unos días se cumplen ya cuarenta semanas. Cuarenta semanas  que lo imaginamos, lo esperamos y lo conocemos sin nunca haberlo visto. Es el primer nieto de la familia por mi parte, y las ansias devoran abuelas, abuelos, tías y tíos a enormes mordidas incontrolables. Ni que hablar de a los padres. Está ahí, está acá, así de cerca (con la seña del índice y el pulgar a unos 2 centímetros de distancia)                 Muchas veces mi forma de expresarme cuando algo se me sale de la mente o me explota en el corazón es ponerlo en palabras escritas, y lo hago en reiteradas ocasiones. Hace ya un tiempo que quería dejar en blanco y negro una pequeña página referida a lo que siento hoy a horas de ser padre, a horas de cambi...

La hija

  Bebió otro sorbo de café y volvió a su lectura. De todos los mundos a los que ese libro podría haberlo transportado, lo llevó a uno que le parecía muy familiar. Las calles desiertas en un mar de lluvia lo envolvían todo. Tal como ocurría en ese preciso momento y él corroboraba al mirar por su gran ventana instalado en su biblioteca. Pero él estaba a salvo en su sillón de terciopelo verde, con sus pies apoyados en un taburete y rodeado del aroma de su café que se enfriaba a medio metro, en su mesita de lectura. Las nubes de humo que emanaban de su taza lo envolvían en un velo transparente pero intenso, arropándolo cual madre a su niño antes de dormir.   Volvió a sumergirse en el libro. El protagonista recorría las desoladas calles empapado en busca de su hija perdida, que alguien le había arrebatado de su lado hacía instantes mientras él pedía un refresco en un bar. Corría gritando su nombre y abriendo puertas de casas ajenas mientras lloraba lágrimas que se confundían con la...

Tortilla de papa

  Llegué tarde del trabajo y mi esposa y mis dos hijos me esperaban en la mesa para cenar. Saludé y vi los platos servidos con tortilla de papa. Nunca fui fanático de la tortilla de papa, son papas pegadas con huevo yo que sé, y se me ocurren muchas otras maneras de comer la papa mucho más ricas. Pero cuando yo era chico y mi padre llegaba tarde de trabajar y comíamos la tortilla hecha por mi mamá, mi papá siempre decía eufórico: “que buena tortilla de papa, está para chuparse los dedos, de las mejores comidas que existen” y yo lo repetía asintiendo con cara de fanático. Tal vez porque nuestro padre es nuestro héroe cuando somos chicos estamos dispuestos a mentir hasta a nuestro paladar con tal de ser lo más parecidos a él posible. Y es por eso que por más que no me mataba la tortilla, asentía a sus comentarios como si estuviera comiendo mi última cena. Yo podría vivir sin tortilla de papa a partir de hoy mismo y nada cambiaría en mi vida en absoluto, pero cruzar aquella mirada d...