Ir al contenido principal

Hijo: cuando vos quieras va a estar bien



              Escribo esto para que nazca mi hijo, porque por alguna razón pienso que él sigue bañado en líquido amniótico solo para esperar a que escriba la última palabra de este texto. En unos días se cumplen ya cuarenta semanas. Cuarenta semanas  que lo imaginamos, lo esperamos y lo conocemos sin nunca haberlo visto. Es el primer nieto de la familia por mi parte, y las ansias devoran abuelas, abuelos, tías y tíos a enormes mordidas incontrolables. Ni que hablar de a los padres. Está ahí, está acá, así de cerca (con la seña del índice y el pulgar a unos 2 centímetros de distancia)

                Muchas veces mi forma de expresarme cuando algo se me sale de la mente o me explota en el corazón es ponerlo en palabras escritas, y lo hago en reiteradas ocasiones. Hace ya un tiempo que quería dejar en blanco y negro una pequeña página referida a lo que siento hoy a horas de ser padre, a horas de cambiar cerveza por chupete. Pero por varios motivos o ninguno, siempre lo dejé para mañana. 

                “Es muy común que el primer hijo se adelante al nacer”. Esa frase nos generó ansiedad en demasía, ya que como dije, estamos a 3 días de cumplir las cuarenta semanas, lo que en verdad es lo más natural: llegar a las cuarenta. Pero es así que ya en la 37 estábamos preparados, en la 38 estábamos ansiosos, en la 39 desesperados y hoy en día expectantes.

                Ansiosos y no nerviosos. Sepamos diferenciar. Para los que aún no son padres, imaginen estar a 3 días de las mejores vacaciones de sus vidas en algún país caribeño, o a tres días de cobrar una herencia de millones, o a tres días de un ascenso en el trabajo. Bueno, yo estoy a tres días de esas tres cosas combinadas y mucho más. Ansias normales.

                Manitos, cara, ojos, pañales, teta, cordón, chupete, mema, hamaca, bolso, pelota, madrugada, dormir, fiebre, sonrisas,  su vida: todo. 

                Entonces con el tiempo, pensé que tal vez él está esperando que yo escriba esto, para nacer sabiendo que quedó registrado mi sentimiento horas antes de que su cabecita asomara al mundo real, porque me conoce, porque conoce a su papá. Hijo: te amo y aún no se de que manera, y eso es porque creo que es de todas las maneras. Y todo lo que pueda escribir, así sean diez mil hojas, no pueden describir lo que siento de que seas mi hijo, de que yo sea tu papá. Te amo por hacernos entender, desde ya, que nuestros tiempos desde ahora son los tuyos, y que vas a venir a este lado cuando vos sientas que estás preparado y cuando se te de la gana. Ya nos lo haces saber desde la panza de mamá. Gracias por darme este tiempo para escribir esto, te aviso que ya está.  

                Acá te estamos esperando pero sin apurarte, ansiosos por conocerte. Acá estamos para tratar de hacerte sentir lo más parecido a cómo estás ahora ahí adentro. Hijo: te quiero y sólo el día que seas padre y me hagas abuelo vas a conocer el amor que por vos siento en estas horas y para toda la vida, como yo recién ahora comprendo en toda su dimensión como me quieren a mi tus abuelos. 

Hijo: todo acá espera por vos y cuando vos quieras, va a estar bien. 

Papá.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La hija

  Bebió otro sorbo de café y volvió a su lectura. De todos los mundos a los que ese libro podría haberlo transportado, lo llevó a uno que le parecía muy familiar. Las calles desiertas en un mar de lluvia lo envolvían todo. Tal como ocurría en ese preciso momento y él corroboraba al mirar por su gran ventana instalado en su biblioteca. Pero él estaba a salvo en su sillón de terciopelo verde, con sus pies apoyados en un taburete y rodeado del aroma de su café que se enfriaba a medio metro, en su mesita de lectura. Las nubes de humo que emanaban de su taza lo envolvían en un velo transparente pero intenso, arropándolo cual madre a su niño antes de dormir.   Volvió a sumergirse en el libro. El protagonista recorría las desoladas calles empapado en busca de su hija perdida, que alguien le había arrebatado de su lado hacía instantes mientras él pedía un refresco en un bar. Corría gritando su nombre y abriendo puertas de casas ajenas mientras lloraba lágrimas que se confundían con la...

Tortilla de papa

  Llegué tarde del trabajo y mi esposa y mis dos hijos me esperaban en la mesa para cenar. Saludé y vi los platos servidos con tortilla de papa. Nunca fui fanático de la tortilla de papa, son papas pegadas con huevo yo que sé, y se me ocurren muchas otras maneras de comer la papa mucho más ricas. Pero cuando yo era chico y mi padre llegaba tarde de trabajar y comíamos la tortilla hecha por mi mamá, mi papá siempre decía eufórico: “que buena tortilla de papa, está para chuparse los dedos, de las mejores comidas que existen” y yo lo repetía asintiendo con cara de fanático. Tal vez porque nuestro padre es nuestro héroe cuando somos chicos estamos dispuestos a mentir hasta a nuestro paladar con tal de ser lo más parecidos a él posible. Y es por eso que por más que no me mataba la tortilla, asentía a sus comentarios como si estuviera comiendo mi última cena. Yo podría vivir sin tortilla de papa a partir de hoy mismo y nada cambiaría en mi vida en absoluto, pero cruzar aquella mirada d...