Ir al contenido principal

La casa de los abuelos





La casa de los abuelos es la que encuentran Hansel y Gretel en el bosque, hecha de pan y cubierta de bizcocho con ventanas de azúcar.
Pero en vez de la bruja, dentro viven dos personas (a veces tan solo una) que dejan estampado su amor a fuego en la retina de los niños que pasan por allí.

Es una casa de juego constante, de amor incondicional y de comidas ricas que siempre están disponibles, porque de no haber algo los abuelos lo inventan, lo traen, lo cocinan o lo crean del aire cual los magos de los cuentos.

Esta casa, que de niños vemos como un lugar único en el mundo, un lugar en el que no existe el tiempo ni (casi) rezongos (porque todos sabemos que los abuelos no están hechos para rezongar) está constituida de paredes, ladrillos, columnas y ventanas, a simple vista normal. Pero hasta el arquitecto mas erudito del mundo, tiene claro que esta casa realmente se erige desde los cimientos con hamacas al aire libre, castillos construidos de almohadas, almuerzos deliciosos con toda la cara sucia de tuco, meriendas de tortas caseras y abrazos de gente de corazón gigante, combinado con juegos de antaño y enseñanzas de otras épocas. 

En esa casa se mezclan momentos únicos, de cometas remontadas, enseñanza de cómo girar un trompo y hasta manuales orales de qué es un balero y cómo funciona. Tirados bajo la mesa del living, usando tapas de ollas como volantes de autos de carrera, nos sentimos  acompañados en nuestro mundo por un par de locos que ven el auto y la carretera igual  o incluso con más claridad que nosotros. Que lo viven como un niño más, tirados en el piso, dando vueltas y estirándose hasta un poco mas de lo que su cuerpo a veces les permite. De más grandes nos daremos cuenta que a veces esperaban un rato más en el piso porque les costaba pararse, pero en ese momento no podíamos creer como dos personas del mundo de los grandes, en esas horas que compartimos en el castillo de la alegría, podían ser un niño más. A veces incluso los mirábamos incrédulos, tratando de hacerles entender que en verdad nosotros sabíamos que el juego era imaginario, porque ellos parecían creerlo como real. 

La vuelta a nuestra casa generalmente era dormidos después de tanto juego, soñando con todo lo que vivimos y sabiendo que la próxima vez volvería a ser igual.
Pero un día, nadie sabe recordar bien cuál, crecimos. Y la casa de los abuelos a otrora mágica, se fue transformando en una casa de ladrillos, ventanas y columnas, más parecidas a la realidad.

Pero nosotros siempre sabremos en nuestro interior, que aquéllos autos de carrera debajo de la mesa del living, fueron una de las cosas más reales que vivimos. 

Y ellos también.




Comentarios

Entradas populares de este blog

Hijo: cuando vos quieras va a estar bien

              Escribo esto para que nazca mi hijo, porque por alguna razón pienso que él sigue bañado en líquido amniótico solo para esperar a que escriba la última palabra de este texto. En unos días se cumplen ya cuarenta semanas. Cuarenta semanas  que lo imaginamos, lo esperamos y lo conocemos sin nunca haberlo visto. Es el primer nieto de la familia por mi parte, y las ansias devoran abuelas, abuelos, tías y tíos a enormes mordidas incontrolables. Ni que hablar de a los padres. Está ahí, está acá, así de cerca (con la seña del índice y el pulgar a unos 2 centímetros de distancia)                 Muchas veces mi forma de expresarme cuando algo se me sale de la mente o me explota en el corazón es ponerlo en palabras escritas, y lo hago en reiteradas ocasiones. Hace ya un tiempo que quería dejar en blanco y negro una pequeña página referida a lo que siento hoy a horas de ser padre, a horas de cambi...

La hija

  Bebió otro sorbo de café y volvió a su lectura. De todos los mundos a los que ese libro podría haberlo transportado, lo llevó a uno que le parecía muy familiar. Las calles desiertas en un mar de lluvia lo envolvían todo. Tal como ocurría en ese preciso momento y él corroboraba al mirar por su gran ventana instalado en su biblioteca. Pero él estaba a salvo en su sillón de terciopelo verde, con sus pies apoyados en un taburete y rodeado del aroma de su café que se enfriaba a medio metro, en su mesita de lectura. Las nubes de humo que emanaban de su taza lo envolvían en un velo transparente pero intenso, arropándolo cual madre a su niño antes de dormir.   Volvió a sumergirse en el libro. El protagonista recorría las desoladas calles empapado en busca de su hija perdida, que alguien le había arrebatado de su lado hacía instantes mientras él pedía un refresco en un bar. Corría gritando su nombre y abriendo puertas de casas ajenas mientras lloraba lágrimas que se confundían con la...

Tortilla de papa

  Llegué tarde del trabajo y mi esposa y mis dos hijos me esperaban en la mesa para cenar. Saludé y vi los platos servidos con tortilla de papa. Nunca fui fanático de la tortilla de papa, son papas pegadas con huevo yo que sé, y se me ocurren muchas otras maneras de comer la papa mucho más ricas. Pero cuando yo era chico y mi padre llegaba tarde de trabajar y comíamos la tortilla hecha por mi mamá, mi papá siempre decía eufórico: “que buena tortilla de papa, está para chuparse los dedos, de las mejores comidas que existen” y yo lo repetía asintiendo con cara de fanático. Tal vez porque nuestro padre es nuestro héroe cuando somos chicos estamos dispuestos a mentir hasta a nuestro paladar con tal de ser lo más parecidos a él posible. Y es por eso que por más que no me mataba la tortilla, asentía a sus comentarios como si estuviera comiendo mi última cena. Yo podría vivir sin tortilla de papa a partir de hoy mismo y nada cambiaría en mi vida en absoluto, pero cruzar aquella mirada d...