Perdoname hijo,
hoy te rezongué otra vez. Mi intención no es mala, no quiero estar gritándote,
me gusta menos que a vos. Pero otra vez perdí la paciencia, otra vez te miré
fijo mientras hacías cosas de
niño y pretendí que te portaras como un adulto. Perdoname hijo, por irte
recortando, rezongo a rezongo, penitencia a penitencia, tus aristas divertidas,
tus travesuras, lo que te hace ser niño. A veces sin pensarlo, pretendo que te
sientes a la mesa y comas sin
ensuciar, no tires el vaso de agua y no te manches la ropa. “¿Qué pretendés
Papá? ¿Que sea grande, si sólo ayer aprendí a caminar?” Mi vista nublada de
rabia a la cuarta vez que ignoraste mi voz, y mirándome
fijo volviste a tirar tus juguetes al piso, se transforma en un grito y una
conversación seria para que entiendas porque eso está mal. “¿Está mal? Soy un
niño, es divertido ver los juguetes volar, mientras
tu cara se transforma en un arcoíris de colores, de naranja a rojo y todos los
demás” Una vez más me prometí ampliar mi tolerancia, entender que no vas a ser
niño por siempre, entender que todo esto voy
a extrañar. Tu cara en llanto, las lágrimas cayendo por tu carita para morir en
el piso, una a una me dicen que muchas veces no fue tu intención, simplemente
sos un niño con ganas de jugar.
Solo quiero que
entiendas que hasta el peor rezongo, es con el amor de un padre que quiere
criar a un futuro hombre de bien, aunque a veces por eso me pierda todas las
travesuras del mundo, y vos te pierdas eso que tan
fielmente buscas, porque yo se que espero de vos, pero no se qué esperás vos de
mi.
Pero si me detengo un minuto a pensar, te imagino tirando la toalla seca a
la ducha una vez más, mirándome fijo y con una sonrisa
en la cara: “a veces papá, lo único que busco es tu complicidad”
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