Sí, como dice el título, te odio Hernán Casciari. Desde que te conocí hace aproximadamente un mes atrás. Te odio desde lo mas profundo de mi envidia. La verdad, hasta hace poco ni te conocía, no sabía quien eras, pero te empecé a odiar una tarde de sábado que recuerdo perfectamente. Había parado el auto en el estacionamiento del Shopping, y mi esposa había bajado a comprar un regalo para un cumpleaños infantil. Mis dos hijos, de dos y cuatro años, estaban atrás cada uno en su silla, hablando entre ellos. Cantaban canciones como la de “Pichirilo” y otras que canto yo después solo en el trabajo sin quererlo. Estaban tan sorpresivamente tranquilos que agarré mi celular y me dispuse a mirar mis redes sociales. Yo venía de jugar un partido de futbol siete y estaba cansado, sin muchas ganas de moverme, pero lo que si podía mover era mi pulgar para “escrolear” vidas ajenas. Empecé por Facebook y ahí me quedé. Luego de ver un par de historias y fotos que de gente que no conocía, encontré un texto que no recuerdo bien ahora quien había compartido. Hice click y el texto se vio entero “puff que largo” pensé. Pero igualmente me decidí a leerlo (o al menos a empezarlo). Este texto se llama “Finlandia”. Es un cuento corto escrito por este ser al que me refiero en el título, que hace con las palabras lo que quiere, te lleva al Olimpo y te hunde en el más profundo de tus infiernos con tres párrafos, sin darte tiempo para reaccionar. El tema de este cuento corto es un miedo latente que siempre tuve, un miedo recurrente cada vez que me subo a un auto para dar marcha atrás, y hay niños en la vuelta. El cuento empieza con una frase que te da un golpe seco en el pecho, como un pelotazo en las pelotas que te dobla sin previo aviso en un fútbol cinco, un dolor que no te deja ni pensar, solamente se te incrusta y tu único deseo es que se vaya y nada más. Empieza diciendo: “El 14 de noviembre de 1995 maté sin querer a la hija mayor de mi hermana, haciendo marchatrás con el auto”. Después de esta primera oración, ya no hay vuelta atrás, no para alguien que, como dije un par de líneas más arriba, tiene un miedo de pesadilla por esta situación. Enseguida después de esa primera frase, la siguiente calma las aguas, pero queda en vilo si es verdad la primera oración o no. Lo que no dije hasta ahora es que me gusta escribir, en verdad amo escribir, y de vez en cuando escribo de temas que me gustan o me dan miedo o asco o felicidad. Siempre quise ser escritor. Escribir novelas o cuentos cortos y que me pagaran por eso es casi como haber sido jugador de fútbol exitoso. Aunque a mis 36 años hace ya 12 que trabajo en comercio exterior. Mi odio espontáneo hacia Hernán (espero me deje tutearlo, ya que lo odio) es porque, si bien yo estaba sentado en el asiento del conductor de mi auto, en ese Shopping, a la espera de mi esposa, leyendo, en ese momento por esos diez segundos, en verdad estuve sentado en el asiento del conductor del auto de Roberto Casciari, su padre, agarrado del volante, con los ojos fijos en la nada, y sintiendo la “eternidad pegajosa” como si fuese la mía. Estuve ahí. Sintiendo como la vida se me iba de las manos, como todo lo que había construido se esfumaba por una de esas cosas a las que mi padre siempre se refirió diciendo “no hay replay”. Mi padre siempre fue muy cuidadoso, y algo que heredé de él fue eso, el saber que si no se presta atención a ciertas situaciones que pueden parecer triviales, la vida te puede golpear tan fuerte en la cara que te la adormece para siempre. Hay experiencias de las que no aprendemos para la próxima, porque ya no nos va a importar la próxima, ni nada en el medio. Hay que hacerlo bien siempre, sin excepción. Estuve ahí, esos 10 segundos que fueron para siempre, estuve ahí. Sentí el frío de la cabaña en Finlandia respirándome en la nuca. Me llevó al sexto circulo del infierno y me reservó un lugar en primera fila para ver uno de mis miedos mas profundos hacerse realidad. Odio como cada una de sus palabras caen exactamente en el lugar perfecto al leerlas, como si él supiera exactamente lo que yo más temía, como si me hubiera leído la cabeza. Odio lo que hizo con las palabras, porque nunca había leído un texto que pareció haber sido escrito solamente para mí.
La verdad es que no te odio Hernán Casciari. Sino que me odio a mi mismo por no haber escrito ese cuento yo. Tanto así, que apenas terminé de leerlo lo primero que pensé fue en como borrármelo de la cabeza, cómo hacer para nunca haberlo leído, así fuera con un láser que quemara las neuronas que me hicieron sinapsis al leerlo, aunque ese acto dejara daños irreparables. Y así tal vez, con el tiempo y los años y la práctica, yo también podría haber escrito mi propio “Finlandia”.
Comentarios
Publicar un comentario