La pelota de tenis salió disparada desde mi pie, cruzando media cancha donde jugábamos en el liceo, para atravesar el vidrio de la ventana del laboratorio de química, no sin antes haber entrado en el ángulo. Teníamos 14 años y luego del recreo con mi amigo Nacho decidimos quedarnos a jugar al fútbol con una pelota de tenis que él había traído de su casa. Tendríamos que haber estado en clases de matemáticas en ese momento, pero como adolescentes que éramos nos tomábamos ciertas licencias para desestresarnos. El partido iba empatado, y luego de un despeje de Nacho la pelota voló y me cayó como del cielo, la vi toda antes que sucediera, incliné mi cuerpo, y apoyando solamente la pierna izquierda levante la derecha horizontalmente al suelo en lo que para mí fue la volea perfecta. Solté un zapatazo y la pelota verde y peluda salió disparada, pasando entre las manos de mi amigo y entrando en el ángulo. El festejo duró poco, porque apenas grité el gol, vi como la pelota seguía su cu...